En el corazón del municipio de Rionegro, sobre el curso tranquilo del río Negro, se alza uno de los testimonios más significativos de la historia arquitectónica, social y cultural del oriente antioqueño: el Puente Mejía, también conocido como Puente Real. Esta emblemática estructura no solo ha unido físicamente territorios, sino que también ha conectado generaciones enteras con el pasado colonial y republicano de la región.
Un puente entre caminos y épocas
El Puente Mejía fue construido entre finales del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX, en una época en que Rionegro comenzaba a consolidarse como un centro político, económico y religioso del oriente antioqueño. Este puente tenía una función estratégica: comunicar el centro histórico de Rionegro con el valle de Llanogrande, facilitando el paso de comerciantes, campesinos, arrieros, correos reales y, posteriormente, tropas republicanas.
El paso sobre el río Negro, vital para el desarrollo agrícola y ganadero de la zona, exigía una infraestructura resistente. El resultado fue una obra mixta de madera y piedra, con techumbre completa, lo que lo convierte en uno de los muy pocos puentes techados del país. Su arquitectura recuerda estilos europeos adaptados a la realidad andina, pensada no solo como paso funcional, sino también como estructura de larga duración.
¿Por qué se llama “Mejía” o “Real”?
Existen dos razones para sus nombres más conocidos:
Restauraciones, memoria y resistencia
A lo largo de su existencia, el puente ha enfrentado el desgaste del tiempo, las crecientes del río y hasta el vandalismo. No obstante, ha sido restaurado en distintas ocasiones, respetando su diseño original. Una de las intervenciones más importantes ocurrió en 2011, cuando fue necesario reforzarlo estructuralmente tras una intensa temporada de lluvias.
Hoy el Puente Mejía se encuentra cerrado al tránsito vehicular para preservar su integridad, y funciona como un espacio peatonal, cultural y patrimonial. Su interior, con pisos de madera desgastada por el paso de miles de pies a lo largo de dos siglos, sigue contando historias sin necesidad de palabras.
Un ícono vivo de Rionegro
Más que una estructura antigua, el Puente Mejía es un ícono de la identidad rionegrera. Su entorno natural, rodeado de vegetación y bordeado por el río, lo convierte en un lugar perfecto para caminar con calma, hacer fotografía, reflexionar sobre la historia o enseñar a nuevas generaciones sobre las raíces de su tierra.
La comunidad, las instituciones culturales y los turistas que lo visitan coinciden en algo: no se puede entender Rionegro sin cruzar, al menos una vez, el Puente Mejía.
La escena punk en Rionegro comenzó en el primer lustro de los años 80 y se consolidó con fuerza a partir de 1987 con el surgimiento de la primera agrupación musical llamada PCD (país concentrado en decadencia), motivada y en una clara mimesis del movimiento punk de Medellín. Grupos como Pestes, PN y Pichurrias con su sonido mal producido y crudo, con líricas que tocaban la realidad social del momento, resonaron en los jóvenes de la hidalga. Este movimiento se ha caracterizado por ir en contra de todo lo establecido, comprometido con la lucha antisistema en una postura de resistencia y libertad.
Ricardo Rendón, nacido en Rionegro, Antioquia, en 1894, surgió como una figura destacada en la escena artística y cultural de Colombia en el siglo XX. Su legado artístico, aunque truncado por una trágica partida, dejó una marca imborrable en la historia de las artes visuales en el país.
Ildefonso Marín Tejada, conocido cariñosamente como el pionero de la era del cemento en Rionegro, marcó un hito histórico con la construcción del Edificio Marín en 1923. Este icónico edificio representó la primera incursión del municipio en el uso del cemento como material de construcción, introduciendo una era de innovación arquitectónica que dejó una huella perdurable.
Conoce más