Agosto no solo marca el paso de los días más luminosos del año, sino que en Rionegro se convierte en un lienzo vivo, pintado por uno de los espectáculos naturales más hermosos: la floración de los guayacanes. Como si la naturaleza decide vestirse de gala, este mes las calles, parques y caminos rurales se cubren de un manto dorado y amarillo vibrante que nos recuerda la magia de vivir en el Oriente Antioqueño.
Los guayacanes, con su estallido de flores doradas, nos regalan momentos de contemplación, de pausa, de conexión con lo simple y bello. Basta con levantar la mirada o caminar sin prisa para descubrir cómo cada árbol en flor se convierte en poesía viva. Es imposible no detenerse, sacar una foto, suspirar… o simplemente sonreír.
Pero agosto no es solo guayacanes. Es también el florecer de muchas otras especies que crecen con orgullo en nuestra tierra fértil. Las flores de la región (coloridas, aromáticas, diversas) adornan jardines, mercados y eventos, marcando nuestras tradiciones con belleza natural. Este mes, la naturaleza nos invita a vivir más despacio, a respirar profundo, a volver a mirar nuestro entorno con asombro.
Rionegro en agosto es una experiencia para los sentidos, un recordatorio de que la vida florece cuando estamos en el lugar correcto, en el momento justo.
La escena punk en Rionegro comenzó en el primer lustro de los años 80 y se consolidó con fuerza a partir de 1987 con el surgimiento de la primera agrupación musical llamada PCD (país concentrado en decadencia), motivada y en una clara mimesis del movimiento punk de Medellín. Grupos como Pestes, PN y Pichurrias con su sonido mal producido y crudo, con líricas que tocaban la realidad social del momento, resonaron en los jóvenes de la hidalga. Este movimiento se ha caracterizado por ir en contra de todo lo establecido, comprometido con la lucha antisistema en una postura de resistencia y libertad.
Ricardo Rendón, nacido en Rionegro, Antioquia, en 1894, surgió como una figura destacada en la escena artística y cultural de Colombia en el siglo XX. Su legado artístico, aunque truncado por una trágica partida, dejó una marca imborrable en la historia de las artes visuales en el país.
Ildefonso Marín Tejada, conocido cariñosamente como el pionero de la era del cemento en Rionegro, marcó un hito histórico con la construcción del Edificio Marín en 1923. Este icónico edificio representó la primera incursión del municipio en el uso del cemento como material de construcción, introduciendo una era de innovación arquitectónica que dejó una huella perdurable.
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